jueves, 14 de abril de 2011

Pequeñas Voces

Otro Carrillo (Dado Carrillo con “Los falsos positivos”), vuelve a mover las fibras más hondas de la realidad Colombiana, me refiero a Jairo Carrillo, esta vez en una apuesta más extrema en el mismo orden de la no-ficción llamada “Pequeñas voces”.

La apuesta consiste en la recomposición a partir de los testimonios de 4 niños campesinos, de un relato de la guerra en Colombia,. El formato, una animación en 3d reelaborada a partir de los diseños de los mismos dibujos de los niños.

La apuesta es extrema por el material del que decide disponer, por el riesgo que asume, por el punto de vista que ofrece. Carrillo se queda en la niñez e incluso construye desde la niñez. A partir de ella, expone en una suerte de inocencia a través del murmullo, lo que en discurso la película tendría que jugarse y decide no ofrecer ni comprender las razones o sin razones del conflicto, desplaza en cierto sentido la explicación o indagación política del mismo. Lo que en cambio si consigue, es mostrar y hacer sentir la guerra de forma muy potente y la sin razón de la misma. La película nos dibuja la guerra de una forma tan impactante, por cuanto el recurso es el más artificial de todos, dibujos que comprenden el carácter infantil y además animados en 3d, consiguen con ello envolverlo a uno en ese mundo, involucrarlo así sea artificialmente en la representación. Podría uno pensar, que recurso más alejado de la realidad y sin embargo con que potencia se adhiere a ella. Capaz es la manera de alejar la guerra lo suficiente para poderla comprender y sentirla de otra manera.

El dibujo justamente nos sitúa del lado de los niños, de quienes además es dirigido el testimonio y que comienza a poblar ese universo que el film despliega como película. la realidad se convierte en relato, una suerte de película Coral a partir de la tan conocida situación de las víctimas, desde 4 puntos de vista distintos que confluyen en un mismo combate; aquel que sufre la desaparición de su ser más querido; aquel que no tiene más opción que incorporarse a algún agente del conflicto; aquel que es alcanzado por una bomba y pierde sus extremidades siendo apenas un niño; aquel que debe irse y abandonar lo más preciado que el campo le había dado, su vida, sus animales, su arraigo.

Cuatro puntos de vista de cuatro niños que viven la masacre de un pueblo envuelto en el fuego cruzado. A partir de ahí, Carrillo y su equipo componen esta apuesta pretenciosa que consigue el éxito por su poderoso efecto.

La apuesta es extrema por lo difícil del material. Trabajar a partir del testimonio y construir de forma coral a partir del mismo un relato usando los mismos diseños infantiles, se vuelve tanto riesgoso como fructífero.

Lo que la película gana:
Es aportar una sensación de la guerra en demasía fuerte. La película se hace insoportable, como debe ser por la realidad de lo que cuenta. Quizás un buen antecesor en ello que vale ser citado, es Isao Takahata con "La tumba de lasluciérnagas" sobre la segunda guerra mundial en Japón. La apuesta también animada del Japonés, es más pesimista que la del Colombiano. Sin embargo, el pequeño optimismo que cierra la película de Carrillo, responde también al punto de vista infantil, que quizás al final tampoco comprenda, en medio de su ya no tanta ingenuidad, la nueva realidad que se le viene encima en la ciudad. La ingenuidad rescatada del testimonio, es lo que le permite además no comprender el problema en materia de discurso político sino sostener a partir de la niñez, la imposibilidad de comprender para el chico que se ve envuelto en el conflicto, el sentido de lo que unos dicen y lo que otros responden, como tampoco las soluciones que unos u otros ofrecen y defienden. En si misma, la decisión se hace política por cuanto el conflicto queda expuesto en su sin razón, no se trata entonces para Carrillo de discursos y del desarrollo de las problemáticas socio políticas que explican la guerra, sino de los efectos que su larga e indefinida existencia han traído como consecuencia para los Colombianos campesinos y sobre todo para la niñez.

Lo que pierde la película:
Es encarar en profundidad la comprensión del conflicto armado, asumir un discurso, o una postura frente al mismo, más bien la postura política del film, es no comprometerse con uno u otro discurso o incluso indagar sobre las problemáticas de lo que implican sino restringirse al punto de vista de lo que para la niñez se pierde y los efectos que provoca en ella. Empresa no por ende mayor y que consigue con suma su efecto.

La película terminó por mostrarme su potencia, cuando asistí por primera vez al hecho de que ningún espectador pudo levantarse de su butaca hasta que los créditos no finalizaron. No fue solo porque los créditos finales tienen también en medio de la música y los dibujos su interés, sino por que realmente la sensación trasmitida es tan potente, que así como cuesta no levantarse de la sala durante la proyección se necesita también de un tiempo, terminado el film, para poderse levantar de él a quienes decidieron verlo hasta el final, reponerse.

Lo que Carrillo consigue, construyendo el punto de vista desde la niñez, es la profunda indignación por un costo tan alto para la infancia envuelto en el mismo.

Es a través del recurso quizás más infantil, la animación, que nos habla de la guerra sobre todo como un problema para la niñez. El mundo infantil tan atroz como maravilloso, tan ingenuo como complejo, tan difícil como sencillo. El punto de vista le permite a Carrillo hacer la más potente de las películas del conflicto armado Colombiano que la hacen tan insoportable por cuanto revela la más atroz de las consecuencias, un país sin futuro y que no cesa de repetirse, tan diciente por la postura política como por lo que consigue trasmitir de la guerra misma.

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